Cap. 45 ¿Ah, sí?

Dentro de la habitación, la atmósfera cargada de preocupación se disipó un poco con la entrada de Alejandra. La mujer se sentó con elegancia junto a la cama donde Alba yacía, aún pálida por el susto y el impacto, pero estable. Alba la miró, y en sus ojos no había sorpresa, sino una curiosidad cansada.

—Alejandra —dijo Alba, su voz un poco débil pero serena.

—¿A qué debo tu visita?

Alejandra la miró con su altivez característica, pero había un brillo de genuino afecto en sus ojos.

—A que te mueres y no me avisas —declaró, con la naturalidad de quien comenta sobre el clima.

—Revives y tampoco me avisas. Francamente, me siento despreciada por ti. Tanto en la vida como en la muerte.

Hizo una pausa dramática, inclinándose ligeramente hacia adelante.

—Tengo una sobrina preciosa y me la escondes. Ahora te embarazas de nuevo y yo, tu única y más glamorosa prima, tengo que andar investigando como una triste detective privada. Alba, querida, no me valoras.

La queja, tan exagerada y cargada de e
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