Cap. 44 Escúchame una cosa.
Lucius corrió hacia el hospital con un nudo de terror y furia alojado en el pecho. Cada semáforo en rojo era una tortura, cada segundo al volante una eternidad. Al llegar, uno de sus guardaespaldas, el mismo que lo había llamado, se acercó de inmediato con el rostro grave.
—Señor, la están estabilizando. He revisado las cámaras como usted pidió —informó en voz baja.
—Evidentemente, alguien empujó a la señora Alba. En la grabación parece una persona con prisa, un despistado que no la vio... pero...
—¿Pero qué? —lo interrumpió Lucius, su voz, un susurro cargado de amenaza.
—Pero ciertos detalles no cuadran. La inclinación del cuerpo de la persona no es la de alguien que tropieza. Fue un movimiento seco, dirigido. Y la forma en que retiró el brazo, rápido y limpio... da pistas de que fue ejecutado a propósito. Fue demasiado preciso para ser un accidente.
La confirmación encendió una hoguera en el interior de Lucius. No había sido un descuido. Había sido un ataque. Alguien había intentado