Cap. 34 Siempre lo supe
Una tarde, Alba salió de la habitación de Alicia y lo encontró allí, de pie en el pasillo, como un centinela condenado. Sus miradas se encontraron por un instante que se extendió por una eternidad. En los ojos de Alba no había perdón, pero la rabia feroz de antes parecía haber sido reemplazada por una curiosidad fría, una evaluación serena.

Él bajó la mirada primero, vencido no por ella, sino por el peso de su propia vergüenza.

Alba pasó a su lado sin decir una palabra, pero Lucius sintió el mensaje más claro que cualquier grito: Este es mi reino ahora. Tú eres solo un visitante. Y tu estadía depende de un permiso que aún no te he concedido.

El rey había sido destronado. Y por primera vez, comprendía que el trono nunca había sido suyo por derecho, sino un préstamo que había malgastado. Ahora, la verdadera soberana había regresado, y él solo podía seguir su sombra, esperando una clemencia que quizás nunca llegaría.

En esos días de exilio autoimpuesto, mientras seguía a Alba y a Alicia c
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