Me levante de la cama y metí al baño a darme una ducha.

El agua cayó sobre mi cabeza como una lluvia constante, fuerte pero necesaria, deslizándose por mi piel todavía cansada. Cerré los ojos y me dejé envolver por el vapor que poco a poco llenaba el baño, como si pudiera esconderme ahí dentro, como si el mundo quedara fuera y yo pudiera quedarme suspendida en ese instante.

El agua estaba tibia, y por un momento me pareció que acariciaba mi cuerpo, lavando los rastros invisibles de lo que había sucedido el día atrás. Me froté los brazos con insistencia, como si quisiera arrancarme de encima la sensación de vacío que me perseguía de aquella noche en el hotel. Apreté la esponja con tanta fuerza que los nudillos se me pusieron blancos, pero aún así no logré sentirme limpia del todo.

Respiré hondo. El sonido constante del agua me calmaba, era el único que podía soportar sin sentirme abrumada. Todo lo demás era ruido, preguntas sin respuesta que daban vueltas en mi cabeza una