Al día siguiente amanecí con una duda en mi mente. ¿Por qué Sarah no podia caminar bien? ¿Por que hacía que eso preocupará a Matías? Matías siempre había tenido esa manera de evadir preguntas que no quería responder. Con suavidad, con un gesto de ternura, como si lo que dijera no importara demasiado. Sin embargo, yo lo conocía lo suficiente para reconocer cuando estaba ocultando algo.
—Matías… —le pregunté con la voz baja, casi como si temiera escuchar la respuesta—, ¿por qué Sarah no puede caminar? Me refiero… ¿qué le pasó realmente?
Él estaba de pie, frente al ventanal de su habitación, ajustándose el nudo de la corbata antes de salir a una de sus reuniones. No volteó enseguida.
—Tuvo un accidente —dijo por fin, girando apenas el rostro, lo suficiente para mirarme sin mirarme del todo—. Nada grave… se lastimó, pero está mejorando.
Nada grave. Esa fue su respuesta. Pero la imagen de Sarah cojeando con esfuerzo, apoyándose en Matías con un brillo extraño en los ojos, no coincidía con