Aimunan
El momento esperado llegó. Mi hermano, quien había tomado todas las precauciones, nos había enviado su propio personal para recogernos. Trina no salía de su asombro, maravillada por la belleza natural del lugar.
Vimos cómo detrás de nosotros aterrizaba el avión que traía a Alex y Karl.
—Señorita Aimunan, su hermano la espera en la casa familiar —añadió Mike, quien terminaba de montar las maletas que llevaban nuestros trajes para la boda y nos entregaba las cédulas después del registro.
—¿Qué hay del señor Lee? —pregunté curiosa.
—Se hospedará en el campamento A, yo me encargaré personalmente de su atención. Jiménez las llevará a casa —señaló el mini Jeep de carga y a Jiménez, quien lo manejaba.
—Bien —respondí al notar que prácticamente nos corría. Trina y yo nos subimos y el vehículo arrancó.
—Munan, tu pueblo es más hermoso de lo que imaginé —comentó Trina, viendo la perfecta organización. Las casas, la mayoría hechas con piedras y adobes, se veían uniformes. Los jardi