El aire frío de octubre golpeó a Luciana cuando salió del Plaza, haciéndola estremecer. El contraste con el calor sofocante del salón era brutal—como sumergirse en agua helada después de estar demasiado tiempo al sol.
Respiró profundo, sintiendo el borde rígido de la tarjeta de Damian presionando contra el forro de seda de su clutch.
Stefan apareció a su lado treinta segundos después, respirando con dificultad como si hubiera corrido. El esmoquin seguía impecable, pero había algo descompuesto en su expresión.
No dijeron nada mientras esperaban el auto.
El silencio se extendió entre ellos, denso y cargado de electricidad estática. Luciana mantenía la vista fija en la calle, pero podía sentir a Stefan observándola con esa intensidad que hacía que su piel se erizara.
—¿Qué m****a fue eso? —dijo finalmente, su voz saliendo más dura de lo que probablemente pretendía.
—¿Disculpa?
—Cross ¿Estás tratando de humillarme? ¿De hacerme quedar como idiota frente a toda Manhattan?
Luciana giró hacia