La limusina atravesó las calles vacías hacia las afueras de la ciudad. Stefan miraba por la ventana sin registrar realmente el paisaje que pasaba—edificios dando paso a suburbios, luces de neón desapareciendo en oscuridad rural.
En su mente solo veía fragmentos: Luciana bajando de su auto con la espalda recta, negándose a quebrarse. La marca roja ardiendo en su propia mejilla donde ella lo había golpeado por segunda vez. Y Damian Cross deslizando esa maldita tarjeta en la mano de ella con sonrisa que Stefan conocía demasiado bien.
Había perdido minutos valiosos apartando a Sofía de la pista de baile. Minutos en los que Damian había bailado con Luciana, había mostrado interés, había ofrecido alianza.
Y lo peor: ella había aceptado su tarjeta.
La había guardado sabiendo que tanto Damian como él la observaban. Un movimiento de poder.
Cross. Su competidor directo en el mercado hotelero. Un hombre que llevaba años esperando cualquier oportunidad para desestabilizar a los Vanderbilt, que ha