Eran momentos de felicidad,pero también de verdadero estrés para Selene. Los trillizos ya habían cumplido un mes desde su llegada al mundo. — Ya casi estamos listos,mis hijos cada día se ven más hermosos.— Tienen a quien salir,su padre es guapo.— Fiorella,¿por qué dañas el momento?,¿qué necesidad hay de mencionar a Ares?Mientras vestía a cada uno de sus pequeños con ternura, sentía una mezcla de amor y ansiedad. Tenía que llevarlos a la consulta del pediatra.—Vamos, mis amores —murmuró Selene, acariciando las cabecitas de los bebés mientras trataba de colocar con cuidado los gorros. Su amiga Fiorella le ayudaba. —¿Qué mas falta? —preguntó Fiorella, sonriendo al ver a los tres niños tan bien vestidos.— La pañalera y los biberones,disculpa que te hablé de ese modo.Amo a Ares pero su vida es un caos. —respondió Selene, sacudiendo la cabeza.El consultorio estaba despejado ese día por lo que el Doctor revisó a Dylan,Nathan y Noab,sin mucho afán, los miró en forma detallada.— T
Si ya Ares estaba al borde de la locura por las malas nuevas sobre Selene ,para cuando Alessandro apareció solo, el mal humor del patrón se tornó en furia. La palidez en el rostro del escolta era evidente, como si la muerte lo estuviera esperando.— Perdone,jefe…—No puede ser —musitó Ares mientras observaba al hombre, quien parecía estar al borde del colapso.Ares vio el ligero temblor en las manos de Alessandro.—No... pude cumplir con el encargo... La policía de tránsito me detuvo y su mujer se me perdió de vista... yo...Un golpe en el estómago derribó al pobre Alessandro antes de que tuviera oportunidad de intentar justificarse. Ares no le dio tiempo de que pudiera siquiera colocarse de pie, le dio una patada en el mismo lugar, disfrutando del sonido sordo que hacía el cuerpo del hombre. El ambiente cambió drásticamente cuando Ares sacó su pistola y esta hizo un rítmico crack contra la cabeza del escolta. De repente, una figura femenina interrumpió la escena. Era Natalie, la
Selene se retorcía las manos en la silla del despacho del gerente. Su esperanza se veía absorbida por ese lugar frío de paredes de un gris opaco.Con su carpeta desgastada sobre las piernas,se sentía aún más pequeña a medida que el gerente hablaba.—No, señora —respondió el gerente.— Con voz cortante como una cuchilla—. Lo siento mucho, pero esto no es una institución de caridad. Además, esta suma es demasiado elevada.Las palabras de él resonaron en sus oídos como campanas fúnebres, ahogando cualquier asomo de optimismo que había podido albergar. Selene mantuvo el silencio, apretando los labios para evitar que las lágrimas brotaran. Con la cabeza gacha, salió de la oficina, sintiendo cómo la tristeza la envolvía.Afuera, en el bullicioso vestíbulo del banco, tropezó sin querer con una mujer de porte elegante y refinado.—Perdone, señora —se disculpó Selene, balbuceando.—No se preocupe —replicó la dama, con una sonrisa deslumbrante y serena.El CEO del banco, que también estaba pr
— Me parece extraño,no dejo de pensar en el cambio de opinión del gerente. Selene organizaba la habitación, rodeada de juguetes y conversaba animadamente con su amiga Fiorella.— Después de todo lo que me has contado,hay algo que no me cuadra,pero tenemos la solución a nuestros problemas.— Así que, ¿estás segura de que este préstamo es lo que necesitamos? —preguntó Selene, aunque sabía que en el fondo, hacía tiempo había decidido dar ese paso.— ¡Por supuesto! —exclamó Fiorella, con una energía contagiosa—. Aunque venga del diablo, puede ser tu salvación. Imagina un local más grande, con más espacio para los niños, para trabajar tranquila sin desatenderlos … podrías tener todo lo que siempre has querido.Selene cruzó los brazos, un gesto que delataba su indecisión. Había soñado durante meses con una vida diferente.Alejarse más de Ares y de la mafia que una vez habían determinado su vida.Sabía que el capital que había recibido podría abrirle las puertas a un futuro mejor.Ares se e
Ares observó con frialdad al informante que se encontraba frente a él. Tiberio era un simple hombre, de mirada nerviosa y manos temblorosas.En ese momento para Ares, representaba el único hilo que lo podía conducir hacia su objetivo: el misterioso capo que amenazaba la seguridad de su familia.— Creo que no me entendiste —dijo Ares, enfatizando cada palabra, su voz era una mezcla de dureza y determinación—. Te ordené que me lo entregues en bandeja de plata.El informante, tragó saliva y se aclaró la garganta como si le pesara la lengua.— No es fácil. Ni yo mismo le he visto el rostro al capo —exclamó, sus ojos buscaron desesperadamente algo de comprensión en aquel semblante inquebrantable—. Solo recibo órdenes del segundo a cargo, y ese hombre es tan despiadado que mataría a su propia madre.Ares sintió cómo la ira comenzaba a burbujear en su interior. Sabía que cada segundo contaba; la vida de Selene y sus hijos dependía de él. Sacó su arma y apuntó directamente a la cabeza de Ti
— Jefe, no pude traerlos de vuelta. Un auto las perseguía y… —la voz de Alessandro se quebró, sus ojos reflejaban impotencia.Estaba intentando justificar su fallida misión, pero en su mirada había una mezcla de miedo y culpa.Ares interrumpió, con rabia y angustia en sus venas. — ¿Qué le sucedió a mi mujer y a mis hijos? Sus palabras fueron como un disparo en medio de la tensión causada por las últimas horas de caos. Alessandro tragó saliva al ver la tormenta que se avecinaba,recordó con angustia la última vez que le falló al patrón. — Ellas huyeron con los pequeños. No se llevaron nada del restaurante ni de la casa.Yo me enfrenté a los sicarios que las perseguían.Las explicaciones no eran suficientes,el rostro de Ares se tornaba tenso.Cuando dio la orden a sus hombres: — ¡Busquen cada rincón, cada casa del barrio! Necesito encontrarlas. ¡Ahora!El movimiento fue instantáneo; los hombres salieron disparados, pero el lugar donde habían tenido su refugio estaba vacío. El dueño de
Selene y Fiorella se despidieron apresuradamente del sacerdote.Sabiendo que no era seguro acompañarlo a la parroquia le entregaron un billete como pago al taxista que lo llevaría a repartir almuerzos a las personas del barrio.Selene revisó su cartera y se apresuró a darle al sacerdote una pequeña cantidad de dinero.— Es un aporte de nuestra parte —dijo Selene, forzando una sonrisa que apenas ocultaba el temor en sus ojos.— Padre, cualquier necesidad que se le presente, usted no dude en llamar a este número —agregó Fiorella, extendiendo temblorosamente una tarjeta de presentación, consciente de las miradas incisivas que podrían acecharlas.El sacerdote las observó con preocupación, arrugando lentamente el papel en su mano. Había un brillo en sus ojos, un destello de advertencia. Él conocía los riesgos, y las palabras que no decía pesaban más que las que había pronunciado.— Gracias, tienen ustedes un gran corazón —murmuró con suavidad.Sin embargo, su mente estaba consumida por la
Ares carraspeó intentando pasar el nudo en su garganta. Su experiencia le decía que no era una invitación del todo amistosa. Recordó las amenazas discretas que había recibido de ese fulano cuya identidad aún se mantenía en las sombras.Ese enigmático personaje pretendía manipular los hilos de su vida.—Bueno, si este hombre cree que después de tratar de infundir pánico se convertirá en mi socio, está muy equivocado —dijo a sus escoltas, un rayo de determinación iluminaba su mente confusa—. Vamos a hacerle creer que bailamos al son que nos toque.Las letras doradas de la tarjeta de invitación al banquete brillaban en la superficie de su escritorio, como un recordatorio constante de la realidad que se avecinaba.Era un evento de la mafia, lleno de peligros de los que él sabía bien cómo sortear, pero este era diferente; lo sentía en los huesos.El día de la reunión llegó.En ese despacho oscuro, la atmósfera estaba cargada de tensión.El enemigo oculto se encontraba sentado en su escrito