Selene se sentó al borde de la cama, el sonido del tráfico resonaba débilmente a través de la ventana del apartamento.
Las luces de la ciudad brillaban con una intensidad casi hiriente, pero su corazón estaba en un lugar sombrío.
Durante semanas, había existido una especie de burbuja a su alrededor, y mientras Ares hablaba, cada palabra que salía de su boca parecía adquirir un nuevo significado, un sentido oculto que acababa de descifrar.
—Selene, necesito que me escuches —dijo Ares, acercándose con una expresión seria en su rostro que ella nunca había visto antes.
Ella lo miró con desdén, recordando todas las veces que había insistido en que todo estaba bien, incluso cuando no lo estaba.
Había algo en sus palabras que siempre le había parecido fuera de lugar; una inquietud mal disimulada que ahora estallaba en su mente como fuegos artificiales.
—¿Escuchar? ¿Para qué? —replicó Selene, dejando caer sus manos sobre sus piernas. Su voz temblaba entre la ira y la traición. —Me has ment