Un volcán entrando en erupción era lo más parecido al estallido de la ira dentro de Ares.
— ¡Maldición!—Masculló entre dientes—Son todos unos ineptos.¿Cómo se les pudo escapar una mujer embarazada?
Los hombres bajaron la cabeza y ninguno se atrevió a pronunciar palabra.
— Me revisan toda esta zona,por lo menos tres kilómetros a la redonda,ella no pudo haber ido tan lejos.
La búsqueda fue en vano,Selene y Fiorella ya habían tomado un taxi y estaba llegando a su domicilio.
—¡Quiero ir a la villa!,¡cuerda de estúpidos!— Gritó a todo pulmón.
En el camino hubo un silencio sepulcral,el conductor del auto lo miraba en forma discreta por el retrovisor.
Una sirvienta sacudió el polvo de los muebles y al ver la cara de los mil diablos del patrón se fue corriendo a la cocina.
La sala, iluminada solo por la tenue luz de un ventanal, se llenó de tensión mientras él apuntaba con su pistola a los cuatro escoltas que se arrodillaban.
Cada uno de ellos temblaba; el silencio era opresivo y cada re