Lucía Valdés , una madre soltera rechazada por su familia y traicionada por su esposo, enfrenta una batalla desesperada por salvar la vida de su hijo de cinco años, Nico , quien necesita urgentemente un trasplante de corazón. Cuando todo parece perdido, un hombre poderoso y enigmático ofrece salvar la vida del niño, pero bajo una condición: Lucía debe permitirle que el niño viva bajo su techo y ser reconocido como el padre. Sin amor ni matrimonio de por medio, ella acepta, sabiendo que es la única oportunidad de salvar a Nicolas. Sin embargo, el vínculo entre ambos se complica cuando Dante, jefe de una de las mafias más temidas de toda Italia, guarda sus propios secretos y demonios. Con la sombra del regreso de una mujer que Dante creyó muerta, traiciones familiares, conspiraciones mafiosas y secretos enterrados, Lucía y Dante luchan entre la desconfianza, la atracción y las cicatrices del pasado para encontrar un camino hacia la redención y el amor.
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—Mami, ¿Papá no viene hoy tampoco? —La débil voz de Nicolás rompe el silencio de la habitación.
Sus grandes ojos marrones me miran desde la cama del hospital, llenos de una mezcla de esperanza y tristeza que desgarran mi corazón.
Ningún niño en el mundo debería pasar la época de navidad en un lugar como este. Y el hecho de que sea mi bebé, mi pequeño angelito me destroza por completo.
Me esfuerzo por mantener la sonrisa, aunque siento que estoy al borde de romperme.
Aprieto los puños y me acerco a la cama, acariciando su mejilla con suavidad.
—Papá está muy ocupado, cariño. Está buscando la forma de quitarte el dolor —le digo con un tono calmado, aunque por dentro estoy gritando.
Nicolás ladea la cabeza y me mira fijamente, como si pudiera ver más allá de mis palabras.
—Yo creo que papá no me quiere. Nunca está conmigo.
Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Trago el nudo en mi garganta y fuerzo otra sonrisa.
—Eso no es cierto, mi amor. Papá te quiere mucho. Ya mismo voy a buscarlo para que venga a verte, ¿sí?
Nicolás asiente lentamente, pero puedo ver en sus ojos que no me cree del todo.
Me inclino a darle un beso en la frente y salgo de la habitación antes de que las lágrimas traicionen mi fachada.
En el pasillo, la luz blanca del hospital parece más fría de lo normal.
Cerré la puerta con cuidado y, antes de poder dar más de unos pasos, apoyada contra la pared, incapaz de contener por más tiempo el dolor que sentía en mi interior.
Cubro mi boca con la mano, intentando contener los sollozos.
La impotencia me consume, en especial cuándo saco el papel que tengo doblado en el bolsillo de mi pantalón.
El papel estaba tan arrugado como mi corazón y me quedo mirando el título negro en grandes letras, a pesar de que lo había leído innumerables veces.
"Petición de divorcio"
Miro el final del documento, el nombre familiar pero desconocido.
Firma:Esteban Muñoz
Mi esposo.
Una oleada de ira me corroe y vuelvo a arrugar el papel haciéndolo una bola.
¿Mi pequeño está muriendo y el hombre que debería estar aquí, luchando junto a mí, se está divorciando de mí?
¿Qué clase de padre hace eso? Ni el más cruel sería capaz. No sé cómo una persona puede cambiar tanto.
¿Cómo es posible que Esteban pueda ignorar el dolor de su propio hijo? ¿Realmente no le duele el corazón? ¿O no tiene ningún corazón?
Por un instante siento que no puedo respirar. Mis manos van a mis rodillas y me veo obligada a agacharme junto a la pared, las lágrimas casi me abruman por completo.
Lo único que me queda es llorar en silencio para evitar que el pequeño que estaba dentro me escuchara.
¿Qué debo hacer?
¡¡¡DING!!!
El sonido de una alarma seguida del inconfundible sonido de pasos corriendo hace que levante la mirada, solo para encontrarme un grupo de enfermeras y algunos médicos pasar rápidamente por el pasillo principal.
Sus voces llegan a mis oídos cuando pasan a mi lado.
—Oh, qué lástima, no sé si podrá sobrevivir esta vez.
—Eso es demasiado normal en nuestro departamento. Mira el niño de esa habitación. Si no encuentra un corazón adecuado, podría morir en cualquier momento.
Puedo sentir las miradas de lastima y los suspiros que dejan salir mientras me ven y se dan cuenta que los he escuchado.
Y aunque no quiero, las palabras de mi madre se hacen presentes consiguiendo que mi corazón se apriete.
—”Ese niño nunca debió nacer, Lucía. Es mejor que lo entregues. Renuncia a él antes de que sea demasiado tarde… “
Pero no puedo. No puedo hacer eso madre ¿Cómo podría renunciar al hijo que cargué en mi vientre durante nueve meses?
El niño que me dio una razón para vivir incluso cuando mi matrimonio empezó a derrumbarse.
Nicolás es mi vida, y haré lo que sea por él.
—Mamá no te dejará morir. —susurro poniéndome en pie.
Con manos temblorosas me seco las lágrimas, respiro hondo y empiezo a caminar en dirección al pasillo. Tengo que ser fuerte.
Camino con pasos apresurados por los pasillos del hospital ni siquiera espero el ascensor al ver la cantidad de personas esperando que llegue, voy directo a las escalares, para no perder tiempo.
Necesito conocer la última información sobre los exámenes y ver si hay algún cambio en la lista de donantes
Pero justo cuándo voy pasando el piso, de repente, una voz familiar hace que mis pasos se detengan en seco.
—¿Gracias, doctor, y...?
¿Esteban?¿Por fin estaba dispuesto a venir a ver a nuestro hijo?
Siento que el corazón se me acelera de emoción, pues se que esto alegrará a mi pequeño. No puede evitar mirar a mi alrededor con aprensión y esperanza, buscando el origen de la voz.
Finalmente, lo veo entre la multitud.
—Esteb…
Antes de que pueda pronunciar sus nombre, siento que la voz se desvanece de mi garganta cuando veo como mujer rubia salta con emoción a sus brazos.
Pero eso no es lo peor, no. Lo peor es ver como mi marido no se sorprendió en absoluto, rodeándola con sus brazos e inclinándose para besarla con una ternura que no he visto en años.
Mi cuerpo se queda congelado en su lugar, y el mundo parece detenerse a mi alrededor.
No. Esto no puede estar pasando.
La mujer se aparta un poco, y su rostro me resulta dolorosamente familiar.
Entonces la reconozco y siento que todo se convierte en una pesadilla.
Es Marcela.
Mi hermana.
ESTE CAPITULO SERÁ DESDE AMBAS PERSPECTIVAS, ATENTAS. Lucia El silencio de la habitación me envuelve como una manta pesada. Me siento en el sofá, sosteniendo a Sofía en mis brazos. Su cuerpecito tibio y su respiración pausada deberían calmarme. Pero no lo hacen. Mis ojos viajan, una y otra vez, a la cama. Allí, sobre la sábana inmaculada, está la prueba de embarazo. Positiva. Siento que el mundo se tambalea bajo mis pies. Un bebé. Acabamos de adoptar a Sofía. Apenas estamos estabilizándonos como familia. ¿Cómo le digo a Dante que estoy embarazada? Sofía se mueve ligeramente en mis brazos, su pequeño puño se cierra alrededor de mi blusa. Han pasado ya siete largos meses desde que está con nosotros y cada día que pasa me hace saber que tomé la desocupe correcta. Sofía es.. luz Nico la adora, la cuida como un guardia a una princesa y Dante, bueno Dante ha enloquecido un poco pensando en cómo será cuando Sofía crezca. Por eso saber que ahora puedo tener una Sofía más en l
LUCIA Valeria está aquí. Valeria está aquí. Las palabras se repiten en mi mente pero no consigo procesarlas. ¿A qué vino? ¿Por qué no está en España? Dante me había dicho que la había dejado vivir con la condición que se fuera lejos, y estuve de acuerdo. Ella iba a ser madre, no hubiese podido vivir conmigo misma si Dante le hubiese hecho algo a ella o al bebé. Pero ahora…. Ahora ella está aquí y no sé qué pasará . El aire parece volverse denso en cuanto escucho el nombre de Valeria salir de los labios del empleado. —¿Qué demonios hace ella aquí? —gruñe Dante, poniéndose de pie tan rápido que la silla chirría contra el suelo de mármol. Lo veo tensar los puños, listo para arremeter contra quien se cruce en su camino. —Dante… —empiezo, pero él ya está caminando hacia la puerta con pasos largos y furiosos. Mi pecho se aprieta. NO.NO. NO Esto no es bueno, para nada. Suelto mis cubiertos de golpe y me pongo de pie, antes de que pueda hacer algo de lo que se arrepienta. —
Dante La oscuridad de la casa no augura nada bueno y el hecho de que el portón esté a medio abrir hace que los músculos de mi cuerpo se tensen por completo y mi instinto tome el control. Listo para enfrentarme a lo peor, porque ahora que he llegado hasta aquí, no voy a permitir que nada ni nadie me arrebate lo que amo. Como el infierno que no. Mis pasos resuenan en la entrada de la mansión. Todo está oscuro. Luciano camina a mi lado, con el cuerpo en tensión. Lucía y Nico están justo detrás de mí, moviéndose con cautela. Puedo sentir los ojos de Lucía en mi nuca y el hecho de que nuestro regreso se la arruinado hace que me llene de furia. Nico aprieta la mano de su madre y luego lleva sus enormes ojitos marrones hacia mí y me dice en un susurro: —Papá… tengo miedo. Mi mandíbula se aprieta con fuerza. Mi instinto se activa al instante. Cualquiera que intente lastimarlos morirá esta misma noche así deba llevarme por delante media Italia, lo voy a hacer. Van a conocer la peor
Lucia Finalmente el día ha llegado y aunque estoy feliz de finalmente volver a casa y tener el hogar que siempre he querido, también siento que parte de mi corazón está dividido. El aire helado de Moscú me eriza la piel.El auto está listo. Es momento de irnos. Mi padre está de pie en la entrada de la mansión, con su expresión firme y sus ojos observándome con orgullo. Junto a él, Frédéric se apoya en una muleta, aún recuperándose de su herida. Pero eso no impide que tenga esa mirada tan suya mientras no ve llegar. Antes de que hable ya sé que va a intentar provocarme con algo, porque de eso se trata nuestra relación. —No puedes irte así, prima. Me vas a partir el corazón —Su sonrisa burlona es la misma de siempre. Aunque sé que está bromeando no puedo evitar que sus palabras lleguen en lo profundo de mi. Intento mantenerme firme, pero la nostalgia me golpea con fuerza. —Tengo que hacerlo. Italia es mi hogar ahora. Pero podrás visitarme cuando quieras. Eres más que bienvenido.
Dante Hace 3 días. Italia. No pensé que regresaría solo y mucho menos para volver a casar a una rata. No puedo creer que este malnacido me haya engañado engañado en mis propias narices por tanto tiempo. Siempre creí que era leal. El viento golpea mi rostro con furia cuando me bajo del coche negro. Frente a nosotros, una casa abandonada en medio de la nada. Luciano está a mi lado, con el cigarro apagado en los labios y la pistola lista en la mano. Los otros hombres esperan mi señal. —¿Seguro que está aquí? —murmuro, observando el edificio. Luciano asiente. —Los rusos confirmaron la ubicación. Y nuestra gente fiable acá en Italia también. El hijo de puta está dentro, escondido como la rata que es. Miro el lugar. No hay luces, no hay movimiento visible. Demasiado tranquilo. —Esto apesta a emboscada. Luciano sonríe de lado. —Por eso traemos juguetes. Hago una señal a mis hombres. —Nos dividimos. Grupo uno, rodeen la parte trasera. Grupo dos, entren por el lado derecho. Luci
Lucia Siento que me estoy enloqueciendo. Por un instante pensé que todos nuestros problemas habían desaparecido, que finalmente iba a poder vivir en paz y feliz junto al hombre que amo. Pero nuevamente la vida parece decidida a separarnos. Dejó salir un suspiro que hace eco en la habitación. El silencio de la mansión es insoportable. Han pasado tres días desde que Dante se fue, y aunque hemos hablado por teléfono, sus llamadas han sido breves y frías. Solo lo suficiente para decirme que está bien, que pronto volverá. Pero yo lo conozco. Su tono es cortante. Su respiración, contenida. Algo ha pasado y no quiere decírmelo. Camino hacia la ventana y miro la noche oscura. Este lugar se siente vacío sin él. Al bajar las escaleras, veo a Nico dormido en el sofá, con un libro en el pecho. Mi pequeño ángel aunque no lo dice, sé que se sienta igual a mí. En los últimos meses había vuelto a reír como hace mucho no lo hacía y cuando Dante llegó él se iluminó por completo. Mi niño
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