DANTE
Dos días han pasado desde que le hice la propuesta a la mujer y esta aceptó. Para el día de hoy ya el niño debe estar más recuperado de la operación y no veo la hora de acabar con esto y largarme de este hospital.
De este país.
El aire del hospital tiene ese olor estéril que siempre me ha resultado desagradable: una mezcla de desinfectante y algo más metálico que no logro identificar del todo.
Camino por el pasillo hacia la sala de espera, ignorando las miradas de las enfermeras que parecen preguntarse quién soy o qué hago aquí. No importa. Estoy acostumbrado a las miradas curiosas o nerviosas; ambas me resbalan.
Al acercarme, los gritos femeninos llegan a mis oídos en una mezcla de ansiedad y frustración detrás de un marcado acento español que me irrita y es igual al de la mayoría de aqui.
—¡Pero necesito verlo! —dice, con ese tono que he llegado a identificar como su forma de desafiar cualquier autoridad que no entienda o acepte—. Mi hijo acaba de salir de una operación a coraz