Encontré a Christian exactamente donde esperaba —inclinado sobre el escritorio de la oficina, rodeado por pilas de papeles, reportes y contratos. Estaba tan concentrado que ni siquiera se dio cuenta cuando entré cargando una bandeja con almuerzo.
—Si no es por mí, no vas a acordarte de comer —dije, colocando la bandeja en un espacio libre del escritorio.
Christian levantó la cabeza, parpadeando algunas veces como si estuviera volviendo a la realidad.
—Gracias —dijo, sonriendo mientras observaba el plato que había preparado—. Realmente tengo mucho que poner en orden. Pero la próxima reunión que iba a programar era contigo misma.
Intrigada, me acerqué a él y, sin pensarlo dos veces, me senté en su regazo, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello para besarlo. Inmediatamente sentí su cuerpo reaccionando a mi contacto, la evidencia clara de su deseo presionando contra mi muslo.
—¿Es tiempo de diversión? —pregunté provocativamente, sonriendo contra sus labios.
Christian se rio, s