Berlín, Alemania
Viktor
La puerta se cierra detrás de ella con un clic suave, casi inaudible, y, sin embargo, resuena en mi cabeza como una explosión. El eco de sus pasos alejándose, los mismos que tantas noches esperé oír acercándose, ahora se pierden en la mansión como si el vacío la devorara poco a poco. No me muevo. No parpadeo. Solo me obligo a mantenerme de pie, aunque siento que el suelo bajo mis pies ya no está.
Me toma más tiempo del que debería abrir el maldito teléfono y escribir el mensaje:
Yo: Prepara un auto, que la dejen en el centro. Que no la sigan. Que no pregunten.
Mis dedos no tiemblan, pero por dentro estoy al borde de la locura. Envío la orden. Con eso, se acaba. Es el final.
Me acerco a la ventana y me detengo justo detrás de la cortina, como un maldito cobarde, como un imbécil que necesita ver cómo la mujer que destrozó su confianza abandona su vida… mientras no puede hacer nada más que mirar.
Allí está. Su figura se ve tan pequeña desde aquí, tan frágil… Se