La llama que nos une

Volví al campamento, con el colgante que Stefano me había dado escondido dentro de mi ropa, no podía creer lo que casi pasó entre nosotros. Su cercanía me había dejado expuesta, había puesto su boca a centímetros de mi boca, no era parte del plan, y no había espacio para sentimientos.

Más tarde, mientras apilaba leña cerca del borde del campamento, vi a Livia acercarse a Stefano, que revisaba un arco junto al almacén. Su caminar era lento, cadencioso, como una pantera acechando. Se detuvo muy cerca de él, su mano rozó el brazo de Stefano con una posesividad que me revolvió el estómago. Luego, en un movimiento descarado, se lanzó sobre él, sus labios chocaron con una pasión salvaje, como si quisiera marcarlo como suyo.

No fue un beso fugaz, fue voraz, sus brazos rodearon el cuello de Stefano, su cuerpo se apretó contra el suyo, de tal manera que hasta el aire pareció vibrar con su audacia. Stefano se quedó rígido, con las manos abajo, sin tocarla, claramente incómodo. Intentó disimular
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