—¡Baja esa porquería! —rugió Marco, adelantándose— ¡Es la Alfa! ¡Chiara ha vuelto a casa!
Todos se quedaron en silencio por un momento, luego, las puertas principales de roble reforzado con acero comenzaron a abrirse.
Dentro, estaba todo mi pueblo, no solo los guerreros, hombres, mujeres, niños, ancianos, todos los que había dejado atrás para cumplir mi prueba de liderazgo. Me miraban como si no pudieran creer lo que veían, sus miradas iban de mí, a Lykan que se aferraba a mi pecho, observando a aquellos que para él eran desconocidos.
Una mujer mayor se abrió paso entre la multitud, era Greta, la mujer que me había criado junto a mi tía Elena después de que mis padres murieran.
—Chiara —susurró, mientras las lágrimas mojaban sus mejillas arrugadas— lo lograste, niña mía. Sobreviviste a la prueba, y mira nada más, has traído un heredero, el próximo Alfa de nuestro pueblo.
—Lo logramos —corregí, abrazándola— todos lo logramos.
Después de descansar algunas horas y asearnos, me llevaron