Punto de vista de Stefano
Otra noche sin dormir, y no por pesadillas, ni por los cuerpos que aparecieron en el bosque, sino por ella.
Desde que llegó, no tengo paz, esa rastreadora torpe que no encaja en nada, no la quiero cerca, pero tampoco puedo dejar de observarla.
Salí al exterior antes del amanecer, el campamento todavía dormía, salvo por los vigilantes de la frontera. Me apoyé en la baranda de la cabaña principal, mirando hacia los árboles, el bosque siempre ha sido mi refugio, pero desde que esa mujer pisó este suelo, nada se siente en su lugar.
No sé qué me molesta más: que se haga la tonta o que lo haga tan bien.
La vi más tarde cargando una canasta de leña que claramente no podía con ella, se tropezó con una raíz, casi cae de cara, y en lugar de dejarla, mi instinto me obligó a moverme. La sostuve antes de que tocara el suelo.
Ni un “gracias”. Solo ese silencio irritante que usa cada vez que no sabe qué decir.
O que sí sabe, pero se lo guarda.
—¿Qué haces cargando eso sola