El fuego que no se apaga

Me quedé en la muralla un rato más después de que Stefano se fuera. “Aún te amo”, esas palabras de Stefano aún daban vueltas dentro de mi cabeza, bajé las escaleras despacio, todo estaba en silencio..

Entré en mi cuarto, Lykan dormía profundamente, me acosté a su lado sin hacer ruido. Cerré los ojos y traté de dormir, pero cada vez que lo hacía veía los ojos azules de Stefano, mirándome.

Me levanté de golpe, no podría dormir, lo tenía claro.

Salí al pasillo tratando de no hacer ruido, caminé hasta llegar a la sala del consejo, la puerta estaba entreabierta. Dentro, el fuego de la chimenea aún estaba encendido, me senté en una de las sillas, apoyé los codos en la mesa y me tapé la cara con las manos.

Necesitaba pensar, necesitaba olvidarlo, pero lo único que sentía era calor entre las piernas cada vez que recordaba su voz diciendo que todavía me amaba.

La puerta se abrió, no tuve que voltear para saber quién era, reconocí su olor de inmediato.

—No puedes dormir tampoco, ¿verdad?
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