El camino de regreso al campamento parecía una marcha fúnebre.Stefano arrastraba los pies, agarrado a mi hombro.
Algunos rostros aparecieron entre los árboles, eran guerreros del Norte, al vernos cruzaron los brazos, evaluándonos, mi manada, los Hijos del bosque se agruparon, en sus ojos puede ver preocupación, los Lobos de la Tormenta nos observaban, poniendo atención en su Alfa aferrado a mis hombros.
Kael salió de entre la penumbra, su mirada pasó de Stefano a mí, la intensidad de su mirada me traspasó más que cualquier garra. No dijo una palabra, no hizo un gesto. Solo observó la escena, analizandola.
—Llévenlo al curandero —ordenó, de manera cortante, después se dio la vuelta y se fue.
Pensé que me ordenaría ir con él, pero me equivoqué.
Arrastré a Stefano hacia la tienda del curandero, dentro olía a vinagre, y a hierbas amargas y el viejo curandero, Yori, me lanzó una mirada.
—Ponlo ahí —refunfuñó, señalando un camastro cubierto de pieles.
Lo dejé caer. Stefano gimió, Yori se