Damián Feldman.
Desde mi oficina observaba a Octavio demasiado cerca de Amelie. Aunque entre ella y yo las cosas parecían encaminarse, me irritaba ver a otro hombre rondándola con tanta confianza. Ella, por su parte, se mantenía distante, pero igual me incomodaba.
Solté un suspiro y me dirigí directo al despacho de mi padre.
Abrí la puerta sin anunciarme. Estaba allí, de pie, mirando hacia la nada.
—¿Qué estás intentando con todo esto? —solté sin rodeos.
Se giró con sorpresa, pero no dijo nada de inmediato.
—Damián... Me extrañaba que no vinieras antes. No intento nada. Fuiste tú quien dijo que iría contra ella, que le declararías la guerra. Yo solo actué en consecuencia. Te conozco, así que busqué a alguien que pueda protegerla.
—¿Qué? ¡Nunca dije eso! —negué de inmediato—. Bueno… sí lo dije, pero estaba furioso. No pensaba hacerlo realmente.
Mi padre se acercó lentamente a la ventana, sin mirarme.
—Ya no importa, Damián. Todo está resuelto. Voy a ser padre, y eso es lo único que me