Amelie Manson
Me quedé en silencio después de lo último que me dijo. Mi cabeza era mar de confusiones. No sabía si confiar en Damián o tomar distancia. Con él, todo era posible, una palabra amable podía esconder una trampa, un gesto dulce podía terminar en una puñalada. ¿Y si esto era parte de su juego? ¿Y si solo estaba esperando que cayera para hundirme frente a todos?
El coche frenó frente a la mansión Feldman. Ambos nos quedamos en silencio por un par de minutos.
—Llegamos —dijo con voz baja, sin mirarme, parecía que no le gustaba que hubiéramos llegado.
—Gracias por traerme —respondí, agarrando mi cartera con fuerza. Estaba a punto de abrir la puerta cuando sentí su mano sobre la mía.
—Despídete bien —sus palabras sonaron distintas, desde que habíamos salido de la oficina, su tono de voz ya no sonaba cortante.
Lo miré. Sentía las mejillas calientes y el corazón acelerado. Apenas pude sostenerle la mirada.
—Buenas no...
No terminé de hablar. Sus labios se apoderaron de los míos en