POV Damián Feldman
No era la primera sala de juntas desde la muerte de mi padre. Habían pasado ya cuatro reuniones, y en ninguna se había llegado a un acuerdo. La tensión no disminuía, al contrario, parecía que cada encuentro se volvía más sangriento, y más personal.
—No podemos seguir dilatando esto —dije, apoyando con fuerza las manos sobre la mesa de caoba—. La compañía necesita un liderazgo firme, no un espectáculo como el que hemos estado viviendo. Todos los empleados están en nuestra contra.
Lorenzo, recostado con descaro en su silla, sonrió como si le divirtiera cada palabra que yo pronunciaba.
—El espectáculo lo das tú, Damián. Vienes a cada reunión con discursos vacíos, pretendiendo que alguien aún cree en tus promesas.
El murmullo de los accionistas se extendió por la mesa. Algunos desviaron la mirada, otros asintieron con Lorenzo. Yo no me moví, simplemente lo miré fijamente a los ojos.
—¿Vacíos? —lo reté—. ¿Vacíos como proclamarse CEO sin el respaldo oficial del consejo ni