Narrador Omnisciente
Soraya salió de la comisaría con el corazón en un puño. Tomó el primer taxi que encontró y durante todo el trayecto no hizo más que pensar cómo iba a darle la noticia a la madre de Amelie. ¿Cómo decirle a esa pobre mujer, que su hija estaba tras las rejas acusada de delitos que no había cometido? La garganta se le cerraba solo de imaginarlo.
—¡Hemos llegado! —anunció el taxista.
Pagó sin mirar la cantidad y descendió con pasos arrastrados. Frente a la puerta de los Manson dudó cinco veces antes de tocar el timbre. En ese instante una voz a su espalda la hizo girar de golpe.
—¿Soraya?
El sobresalto casi le roba un grito.
—¡Maldita sea, Damián! ¿Qué haces aquí? Que susto me diste.
—He venido a hablar con la madre de Amelie sobre su hijo.
Soraya apretó la mandíbula.
—Deja a mi amiga en paz. Ya bastante daño le ha hecho tu maldita familia como para que sigas insistiendo.
—Lo sé —contestó él, bajando la voz—. Pero necesito respuestas. Estuve pensando y las cuentas no