Damián Feldman.
Desde el momento en que salí del hospital, no pude controlar el oscuro sentimiento que se había formado en mi interior, ni las malditas ganas de acabar con Armando, Rosalía y Lorenzo. Eran tan avaros e impensablemente malvados, que ni siquiera les había importado acabar con la vida de unos bebés para lograr su objetivo. Estaba convencido de que Rosalía sola no tendría la capacidad para semejante monstruosidad; había manos detrás, mentes más calculadoras y crueles. Y ellos eran los candidatos perfectos.
Los días siguientes me consumieron en una búsqueda frenética de Amelie. Toqué puertas, llamé números que jamás contestaban, visité lugares donde creía que podía estar. Su familia se negaba a darme cualquier información, cerraban filas como si yo fuera el enemigo. Contraté investigadores privados, ofrecí dinero por pistas, pero era como si la tierra se la hubiera tragado. La desesperación era un veneno que corría por mis venas cada segundo que pasaba sin noticias de ella.