Punto de vista de Lila
Me desperté despacio, enredada en sábanas que olían a él, a sexo y a algo más cálido que no quería nombrar.
La habitación seguía a oscuras, cortinas bien cerradas, pero un hilo de luz gris del amanecer se colaba por la rendija y caía sobre la cama. Sobre él.
Leander aún dormía.
Durante un largo instante solo me quedé allí, respirando apenas, intentando entenderlo. La mansión siempre estaba fría por las mañanas, silenciosa de una forma que parecía hueca, como si las paredes contuvieran el aliento. Pero la cama no estaba fría. Las sábanas estaban calientes, el aire más denso, casi pesado por el calor que aún quedaba de su cuerpo. De mi cuerpo.
No sé por qué eso me impactó más que todo lo demás.
En todas las semanas que había pasado en esta cama, él siempre se había ido antes de que yo abriera los ojos. A veces las sábanas estaban frías. A veces me despertaba con su mano entre mis piernas o su boca en mi garganta. Pero nunca así. Nunca con él boca abajo, un bra