Punto de vista de Lila
Después de su recuperación, Leander había estado mucho tiempo lejos de mí, y no me refiero solo a fuera de casa.
Me refiero a lejos de mí.
La distancia no fue algo ruidoso ni dramático. No cerraba puertas de golpe ni gritaba. Se instaló despacio, en silencio, como niebla colándose por debajo de una puerta. Un día estaba a mi lado en la cama, cálido, firme e insoportablemente cerca, y al siguiente se sentía como una sombra pegada a la pared, alguien que compartía mi aire pero no mi vida.
Volvía de dondequiera que desapareciera, cosido y callado, y luego levantaba un muro tan grueso que ya ni encontraba la puerta. Vivíamos bajo el mismo techo, comíamos en la misma mesa cuando se molestaba en bajar, pero era como dormir junto a un extraño que casualmente se parecía al hombre del que… lo que fuera que sentía por él. Me saludaba con la cabeza por las mañanas, preguntaba si necesitaba algo y desaparecía en su despacho, en el gimnasio o en la ciudad. Sus ojos nunca s