Déjame amarte.
Punto de vista de Lila
No se apartó después de ese último beso.
Se quedó ahí mismo, frente contra frente, respirando entrecortado y difícil. Sus manos me sostenían la cara como si estuviera hecha de cristal soplado, los pulgares rozando las lágrimas que ni siquiera sabía que estaba derramando. Odiaba que fuera tan suave. Odiaba que mi cuerpo se inclinara hacia él, que mis labios aún hormiguearan por aquel beso blando y devastador.
—Te odio —susurré por lo que parecía la centésima vez, pero las palabras se quebraron y sangraron en mi garganta.
Se apartó apenas lo justo para mirarme. Sus ojos ya no eran el acero frío al que estaba acostumbrada. Eran oscuros, tormentosos, al desnudo, y por primera vez vi el miedo en ellos. Miedo de verdad. Del que me dolía en el pecho.
—Lo sé —dijo, voz baja y ronca—. Pero tu cuerpo habla otro idioma, palomita.
Sus manos bajaron por mi cuello, lentas y reverentes, como si memorizara cada centímetro. Enganchó los dedos bajo el borde de mi camiseta y la