Sofía
Corrí por los pasillos como si me persiguiera el mismísimo demonio. Escuchaba mi respiración agitada, sentía el velo moviéndose tras de mí, los latidos en mis sienes tan fuertes que parecían un tambor africano, tum, tum, tum…
Llegué a mi habitación, cerré la puerta de un portazo y me dejé caer de espaldas sobre la cama. Una carcajada salió de mi pecho sin poder controlarla. Tapé mi boca con ambas manos, temiendo que alguien me escuchara, pero era imposible borrar esa sonrisa de oreja a oreja.
Dios mío… ¿Qué fue eso?
Me giré de lado, abrazando la almohada, y suspiré. Todavía podía sentir sus manos fuertes en mi cintura, su respiración chocando contra la mía, su pecho cálido tan cerca que solo faltaban milímetros para que sus labios rozaran los míos. Cerré los ojos, sintiendo un calor recorrerme desde el cuello hasta el vientre.
¡Sofía, contrólate! Me regañé mentalmente, pero no servía de nada.
Esa noche no dormí. Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro, su mirada intensa, s