Momentos felices
Fernando.
Dicen que el tiempo es como el buen vino, y la verdad que si, han pasado siete años desde aquel día en que Sofía y yo nos dimos el “sí” frente a todos, con esa sonrisa que todavía me roba el aliento cada mañana. Y aunque muchos dicen que el tiempo desgasta, para mí ha sido todo lo contrario: cada año con ella ha sido como descubrir un mundo nuevo, con sus rarezas, sus travesuras y, sobre todo, con esa manera suya de hacerme reír hasta en los momentos más tensos.
Lo confieso: no imaginaba que la vida podía ser tan… caóticamente perfecta. Tenemos dos niños preciosos que nos llenan la casa de gritos, risas, juguetes tirados y preguntas que ni un filósofo sabría responder.
El mayor, Mateo, heredó la terquedad de Sofía (lo digo sin miedo a que me escuche, porque seguro que luego me lanza una almohada), y la pequeña, Valeria, tiene sus mismos ojos traviesos, esos que brillan cada vez que planea una travesura. Y sí, a veces siento que vivo rodeado de tres Sofías