Sofia
Me quedé ahí, frente a él, con mis labios aún temblando y el corazón retumbando tan fuerte en el pecho que sentía que todo el convento podría escucharlo.
Cuando me separé del padre Fernando, vi sus ojos, tan abiertos y sorprendidos como los míos, pero con ese brillo contenido que siempre he visto en él cuando me habla, cuando me defiende, cuando me mira en silencio mientras hago cualquier tontería en el convento.
Sentí un calor abrasador subirme por el cuello hasta las mejillas. De inmediato di un paso hacia atrás, casi tropezando con el reclinatorio detrás de mí. Me llevé una mano a los labios, como si eso borrara lo que acababa de pasar.
–Lo siento… –susurré con un hilo de voz, sintiendo las lágrimas subir sin control a mis ojos.
—Vete, antes de que haga algo de lo que me arrepienta.
—Sí padre
No esperé respuesta. No quería verla. Me giré y salí corriendo de la capilla, sin mirar atrás, con mis zapatos chocando torpemente contra el piso frío de piedra. El pasillo se sentía m