La puerta de la suite se cerró tras Sean con un clic seco.
Julie estaba sentada en el borde del sofá, las manos entrelazadas, el abrigo aún puesto.
La habitación era una armonía silenciosa de tonos grises, luces cálidas, y mármol sutil.
Pero lo que se respiraba no era calma.
Sean se acercó sin sentarse.
La tensión colgaba entre ambos como una lámpara mal colgada.
Listos para hablar.
O para estallar.
—Gracias por esperarme —dijo él con voz controlada.
Julie asintió, sin mirarlo.
—No prometí esperar con paciencia.
—Julie... ¿vas a decirme lo que Emily mencionó?
—No lo sé —respondió ella, seca—. No sé si quiero hablar. No sé si puedo.
Sean se sentó frente a ella.
La distancia no era tanta.
Pero emocionalmente, había un continente entre los dos.
—Mira, no quiero presionarte. Pero si hay algo que me afecta, tengo derecho a saberlo.
Julie lo miró por fin.
—¿Derecho?
¿Después de dejar que Savannah se entrometiera en todo lo que construimos?
D