El ascensor se abrió y Julie salió del brazo de Sean, ambos con una expresión relajada, como si el mundo acabara de confirmarles su complicidad.
En el lobby, Emily y Matías conversaban cerca de una columna decorada con orquídeas. Al verlos acercarse, Emily sonrió con malicia contenida.
—Bueno, bueno… parece que el viento no solo despeinó el cabello —dijo mirando a Julie—. ¿Y esas arrugas en tu blusa? No sabía que el clima en el estacionamiento era tan... *movido*.
Julie soltó una risa, entre divertida y algo culpable.
Matías desvió la mirada un segundo, luego la posó en Sean.
—Hay cosas que se desalinean… cuando el entusiasmo supera el protocolo.
Sean alzó las cejas, satisfecho, con una sonrisa que no se molestó en esconder.
—La elegancia se puede doblar… pero el deseo, Matías, ese no conoce costuras.
Las risas fueron suaves pero cómplices.
Emily se acercó y tomó a Julie del brazo.
—Ven. Vamos al bar. Siento que tú y yo necesitamos algo fuerte… o al menos hidratan