El alta médica había llegado con discreción esa mañana. Julie, aún con la pierna vendada y una expresión más cansada que resignada, revisaba los últimos documentos sobre los avances del proyecto desde la butaca del hospital. Dos días internada. Demasiados recuerdos, más silencios que conversaciones. Había comenzado a recobrar el ritmo… o al menos a fingirlo.
Sean había ido por el vehículo. Regresaría pronto para llevarla al hotel, pero Julie ya tenía en mente otra opción: su espacio, no el de él.
Fue entonces cuando, sin previo anuncio, Catalina apareció por la puerta.
—Espero no interrumpir —dijo, demasiado dulce como para ser real.
Julie la miró con frialdad. No respondió.
Catalina no lo necesitaba.
Y antes de que Julie pudiera girarse del todo, Sean entró por el pasillo con expresión firme… hasta que lo vio.
Catalina avanzó hacia él sin titubeos, y sin dar tiempo a reacción, se lanzó a sus brazos. Lo rodeó con fuerza innecesaria, y le plantó un beso directo, intenso, como si