Julie salió del ascensor con paso pausado, aún apoyada en la muleta. El pasillo hacia su suite estaba iluminado por luces cálidas y alfombrado en tonos grises que amortiguaban cada paso. Había silencio, salvo por el sonido lejano de una puerta cerrándose en el ala opuesta.
Al girar en dirección a su habitación, se encontró con Diane, quien venía desde el área de salones ejecutivos con una carpeta de informes bajo el brazo.
—Julie —saludó ella con una sonrisa suave—. ¿Vuelves del desayuno?
Julie asintió brevemente.
—Sí. Solo quería descansar un poco. Ha sido… una semana intensa.
Diane caminó a su ritmo hasta igualarla. No parecía apresurada.
—Me alegra verte mejor. Vi los reportes médicos esta mañana. Sé que no fue nada menor lo que pasó.
Julie asintió sin añadir más. No quería entrar en detalles, y lo que verdaderamente la dolía no tenía traducción médica.
—Sé que no me corresponde preguntar —añadió Diane, más cuidadosa ahora—, pero… aquella tarde, cuando te vi con Matías. Llorabas. Y