El Lexus se detuvo frente al hotel bajo la luz cálida del atardecer.
Antes de que Luca abriera la puerta, Julie se inclinó hacia Sean con una sonrisa que llevaba travesura escondida.
—¿Me dejas llevarlo al estacionamiento? —preguntó, rozando su dedo sobre la costura del asiento.
Sean la miró de reojo, divertido.
—Luca, ¿puedes entregarle las llaves a mi esposa?
Pero vigílala por si decide arrancarme algo más que el auto.
Luca sonrió con discreción, le pasó la llave a Julie y se retiró sin decir palabra.
Julie se acomodó tras el volante con elegancia, aunque en sus ojos brillaba algo más. Sean se pasó al asiento del copiloto.
—Espero no salirme de la ruta… —dijo, mientras colocaba la mano en la palanca de cambios—. Porque si me pierdo… quizás tú tengas que “guiarme”.
Sean se recostó en el asiento, observándola.
—Si vas a jugar con la dirección, asegúrate de que el giro sea completo.
Y que no acabe en una curva peligrosa.
Julie soltó una risa baja y arrancó su