Julie cerró el grifo lentamente, el sonido del agua apagándose dejó un eco momentáneo en la cocina. Se giró despacio, aún sosteniendo el último plato con las manos húmedas, y quedó justo frente a Sean.
Él no se había movido, pero la forma en que la miraba decía que el mundo podía detenerse en ese instante sin perder sentido.
Julie alzó la barbilla apenas un poco, sus ojos fijos en los de él, y sus labios peligrosamente cerca.
—Si todo lo que toco se vuelve mío…
deberías cuidarte de estar tan cerca.
Su voz salió baja, redondeada en insinuación.
Y ahí, sin aviso ni medida, Sean la besó.
Sus manos rodearon su cintura con suavidad pero decisión.
La boca de Julie se abrió entre gemidos breves, como si cada beso buscara memorizar una respuesta que aún no había pronunciado.
El sonido de los platos, la música, incluso la ciudad detrás de las ventanas…
todo se volvió insignificante.
Sean la levantó sin esfuerzo, colocándola sobre la encimera.
Su trench coat resbaló