La celebración en Sell Publishing había comenzado a apagarse. Las copas se habían vaciado, el pastel ya era recuerdo dulce y los asistentes se despedían entre promesas de nuevos proyectos.
Julie se acercó a Sean mientras los últimos brindis morían en murmullos.
—No muy lejos de aquí está mi casa —dijo con tono casual—.
No es una mansión de seis alas ni tiene botones de oro en los picaportes… pero es mía.
Cómoda, elegante… con paredes que conocen mi silencio.
Sean la miró con atención, captando cada capa de la propuesta.
—¿Estás diciendo que me invitas?
—Estoy diciendo que si quieres quedarte conmigo… hay una puerta que se abre en más de un sentido.
Sean sonrió con una mezcla de ternura y deseo.
—Entonces cuando esto termine… la seguiré.
***
La sala principal estaba casi vacía.
Solo quedaban David, Emily, Savannah, Julie y Sean, aún conversando bajo luces tenues.
David estrechó la mano de Sean con cordialidad.
—Gracias por venir. Nunca imaginé que el hom