La luz gris de Londres filtraba delicadamente entre las cortinas de la casa en Eaton Terrace.
El desayuno ya era recuerdo y los abrigos estaban listos junto a la puerta.
Julie se acomodó los lentes de sol mientras Sean cerraba la hebilla de su reloj con gesto distraído.
—¿Te apetece un paseo antes de que el mundo editorial vuelva a tragarnos? —preguntó ella.
—Pensaba llevarte en helicóptero sobre la ciudad, pero me dijeron que Bond Street vende mejores emociones.
Julie sonrió.
—Y más cómodas para probar tallas.
***
*Primera parada: South Bank*
El auto los dejó frente al río Támesis, donde los adoquines mojados brillaban como espejos imperfectos.
Caminaron lado a lado por el South Bank, cruzando el Puente del Milenio mientras la silueta de la Catedral de St. Paul se dibujaba a lo lejos.
Las gaviotas recortaban el cielo con libertad envidiable.
—¿Algún rincón favorito de Londres? —preguntó Sean.
—Este.
Aquí donde todo parece pequeño, pero mi historia... no