CAPÍTULO 16. La prisión Ferraro
Los días transcurren lentamente en la mansión Ferraro, y Valentina comienza a sentir cómo la pesada rutina de este lugar la ahoga. No tiene noticias de Alejandro.
Nadie la deja salir, nadie le da una respuesta clara. ¿Dónde está Alejandro? ¿Por qué no la ha llamado? Está atrapada en un lugar donde las paredes parecen presionarla hacia el olvido.
Está de pie en el salón, mirando por la ventana hacia el jardín vacío, cuando de repente su teléfono suena. Un número familiar aparece en la pantalla: su padre. Sin pensarlo demasiado, desliza el dedo para responder.
—Hola, papá —dice Valentina, forzando una sonrisa.
La voz de su padre resuena cálida y preocupada al otro lado de la línea.
—¿Cómo estás, hija? ¿Todo bien? Hace días que no sé nada de ti.
Valentina se tensa al escuchar la pregunta. La verdad es que no está bien, pero no quiere preocuparlo. Además, en su mente, ya ha aprendido a mantener las apariencias, como siempre.
—Sí, papá, estoy bien —responde con una sonrisa falsa que ni el