CAPÍTULO 48. Verdades arrojadas.
—¡Señora! —pregunta Dante, sorprendido y nervioso—. ¿Dónde estaba?
—Dante, buenas tardes. ¿Qué pasa? —Valentina sale del auto mientras Dante le abre la puerta.
—Es el señor Ferraro, está muy molesto señora. Pregunta por usted desde hace un buen rato. Si desea puedo acompañarla para que no se enfrente usted sola a él —ese comentario la sorprende y, de alguna forma, se siente respaldada al escucharlo.
—No te preocupes Dante, muchas gracias por tu intención. Yo podré con esto, gracias .
Escucha los gritos que atraviesan las paredes: la voz de Alejandro, potente y cargada de ira, dando órdenes a todo el personal. Su corazón da un vuelco: sabe que estuvo fuera.
Toma aire, tratando de calmarse, con pasos rápidos y decididos, entra a la mansión.
Al entrar, se cruza justo con el chofer que la llevó al hospital. Él la mira con asombro, los ojos abiertos y la boca entreabierta.
Valentina le lanza una mirada rápida, intentando transmitir calma.
—Tranquilo… cálmese —le dice, con voz firme—. Ya sé