CAPÍTULO 49. Sombras del pasado.
—¿Sabes dónde estaba? —pregunta ella, con un tono firme que le tiembla apenas en las últimas sílabas.
Él levanta lentamente la vista hacia ella, su expresión aún endurecida.
—¿Qué significa eso Valentina? ¿Por qué esas cartas están en tu poder? ¿Además de… zorra, también te dedicas a robar ?
—¡Calla, Alejandro! —su voz resuena con una firmeza inesperada, cargada de dignidad y rabia contenida—. No te permito que me sigas ofendiendo.
Lo mira de frente, con la espalda erguida, como si todo el dolor que la atravesaba un instante atrás se hubiera transformado en coraje. Sus ojos, brillantes y firmes, lo desafían sin titubeos.
—Yo soy la que debo preguntar por qué esas cartas estaban en el despacho de tu padre.
—¿Cómo te atreviste a entrar allí y hurgar en mis cosas?
Valentina no retrocede ante la acusación.
—Entré porque estoy tratando de entender, Alejandro. —Hace una pausa, respirando hondo, pero sin apartar la mirada—. Dices que voy a pagar lo que mi padre te hizo, y yo necesito saber