CAPÍTULO 51. Entre fragilidad y renacer.
Valentina da un paso atrás, las piernas le tiemblan. El corazón le late con fuerza, golpeándole el pecho como un tambor desbocado. Una sensación extraña comienza a invadirla: un calor intenso sube por su cabeza, sus ojos se nublan y el mundo a su alrededor parece girar.
—No… no puede ser… —susurra, intentando aferrarse al aire, pero la voz le falla.
Sus piernas ceden de golpe. Alejandro intenta arrimarse con la silla de ruedas lo más rápido que puede, impulsando las ruedas con fuerza, pero no logra alcanzarla a tiempo.
—¡Valentina! —grita, impotente, mientras la ve caer al suelo.
Ella golpea el piso con la cabeza y un gemido escapa de sus labios. El pánico lo invade y empieza a levantar la voz:
—¡Alguien, por favor! ¡Que venga alguien! —grita con desesperación, moviendo los brazos, temblando—. ¡Ayuda! ¡Valentina!
Dante, Isabela y Ana lo escuchan y corren siguiendo el eco de su desesperación. La adrenalina los hace moverse rápido, sus pasos retumban en el mármol.
—¡Señora Valentina! —e