La mudanza a la nueva propiedad ocurre en cuestión de horas.
No hay despedidas, no hay tiempo para procesar nada. Damon da órdenes, sus hombres ejecutan. Para cuando el sol comienza a ocultarse, la mansión queda atrás, reducida a escombros y recuerdos impregnados de pólvora.
Llegar a la nueva casa de Damon es como adentrarse en un territorio prohibido, un lugar diseñado para mantener a la gente fuera… o atrapada dentro. El camino es largo y solitario, rodeado de árboles tan altos y densos que apenas dejan pasar la luz del sol. No hay casas cercanas, ni señales de vida, solo la carretera estrecha que se extiende como una cicatriz en medio del bosque.
Cuando las enormes puertas de acero aparecen frente a nosotros, con cámaras siguiéndonos cada segundo, siento un escalofrío recorrerme la espalda. Más allá de la entrada, el camino de piedra asciende en curvas cerradas hasta que, finalmente, la mansión se alza en lo alto de una colina. Es enorme, de líneas modernas y ventanales oscuros que