El primer día en la nueva mansión termina envuelto en una tensión que se filtra por cada rincón. La madrugada avanza lentamente, pero el sueño no llega. Estoy en la cama, mirando el techo, preguntándome cómo llegamos a este punto.
Damon siempre ha dado la impresión de tenerlo todo bajo control. Su casa, su gente, cada movimiento. Pero Liam apareció como una sombra entre la niebla y lo derrumbó todo, como si nada. Como un niño que sopla un castillo de cartas y lo ve caer sin remordimientos. Y yo todavía no entiendo del todo qué fue lo que pasó.
Sé que hay algo entre ellos. Algo del pasado. Un resentimiento que no nació ayer. Lo oí claramente: Liam también fue criado en ese infierno que Damon menciona a medias, ese lugar donde convertían a los niños en armas, en asesinos. En cosas que no deberían ser.
No he dormido ni un minuto. Sigo tensa, con los nervios a flor de piel. Parte de mí cree que Liam podría aparecer en cualquier momento, escondido entre las sombras. Pero hay otra parte, es