Eliana
Después de que Carlos me sacó de la casa de Érico, no miré hacia atrás. Subí a un avión que me llevaría lejos, muy lejos de todo.
Mis viejos amigos de la facultad de medicina ahora trabajaban en Médicos Sin Fronteras en Afulimania, viviendo el sueño que compartimos alguna vez, entre clases interminables y madrugadas a punta de café y apuntes.
Pronto, yo sería uno de ellos. Ese siempre había sido mi sueño: ayudar, sanar y marcar la diferencia en la vida de quienes más lo necesitaban.
Cuando el avión aterrizó y mis pies pisaron el asfalto ardiente, las lágrimas brotaron antes de que pudiera contenerlas.
Había pasado tanto tiempo. Demasiado diría yo.
Con solo una mirada a mis amigos, recordé quién solía ser. Antes de la cárcel, del matrimonio y antes de Érico.
Santiago Chamorro, uno de los médicos veteranos, se me acercó con una sonrisa amable.
—Eliana —dijo en voz baja—. ¿Te sientes mejor? En el avión tuviste fiebre; parecía que te estabas enfermando.
—Mucho mejor —le susurré, mos