ÉricoIsabella dijo que estaba aburrida, así que la llevé a la casa del lago por el fin de semana, con la única esperanza de levantarle el ánimo. Era lo menos que podía hacer por ella.Mientras tanto, Eliana seguía encerrada en mi finca, como castigo por su comportamiento inapropiado y, sobre todo, por haber empujado a Isabella aquel día en el muelle.«¡Qué descaro! ¿Quién se creía que era? Si no fuera por Isabella, yo ni siquiera estaría aquí. Literalmente. La verdad… tal vez me pasé un poco con ella», pensé.Le había enviado un mensaje, solo para ver cómo estaba. Pero no me respondió, y eso era algo muy raro en ella. Eliana siempre contestaba enseguida, aunque fuera con un emoji sarcástico. Pero esta vez, nada. Silencio absoluto.Por fin, mi celular vibró. Un alivio me recorrió por dentro, pero Isabella me lo arrebató antes de que pudiera mirar la pantalla. —Nada de celular, Érico —dijo, con un tono encantador—. Me prometiste que este fin de semana sería solo para mí.—Lo sie
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