¿Qué es lo primero que haría si pudiera nacer de nuevo? ¿Yo? Empezaría por divorciarme de mi esposo, Finn Gallagher. Sí, ese Finn Gallagher, el mismo que controla la mitad del bajo mundo desde las sombras. El Capo. El hombre más rico del mundo. El hombre con el que todas sueñan; su cara está por todas las revistas, nombrado "el Hombre más Sexy del Mundo" cinco años seguidos. En mi vida pasada, hice hasta lo imposible para que me viera, para que sintiera que yo importaba. Me casé con él. Le di un hijo. Me tragué todo mi orgullo intentando ser la esposa perfecta. Pero no funcionó. Para él, yo no era más que una mesera a la que le dejas propina por compromiso: olvidable, reemplazable, invisible. Así que esta vez, no voy a suplicar. No voy a fingir. Le estoy entregando a Madeline Brooks mi lugar en su vida para poder marcharme. Ella es el primer amor de Finn, y también la sombra que me atormentó cada día de mi vida pasada. Ahora, Madeline estaba sentada frente a mí, parpadeando como si no hubiera entendido lo que dije. —Hiciste de todo para sacarme del camino —dijo lentamente, con los ojos entrecerrados—. ¿Y ahora quieres que esté con Finn? —Sí. Es lo único que te pido. Habla con Finn. Dile que firme los papeles del divorcio —la miré a la cara, que lucía confundida, y continué—: Todo el mundo sabe que soy la última persona que dejaría ir a Finn. Si le digo que quiero el divorcio, no me va a creer. Pero tú sí puedes convencerlo, ¿o no? Se rio, porque por fin tenía su oportunidad. Yo también me reí, porque por fin era libre.
Leer másMadeline por fin se había ido de la casa.—¿De verdad sigues creyendo que Jillian va a regresar contigo?Dijo, ladeando la cabeza con esa sonrisita arrogante.—Finn, no tienes remedio. ¿O se te olvida que ya están divorciados?La mandíbula de Finn se tensó.—Eso a ti no te importa.Y le azotó la puerta en la cara.El trayecto al hospital fue silencioso. Aferraba el volante con una fuerza contenida. La ciudad pasaba como un borrón por la ventanilla, pero él apenas se daba cuenta.Henry seguía en esa maldita cama de hospital, extremadamente pálido y con unas ojeras pronunciadas.—Mañana vamos a traer a tu mamá de vuelta.Le dijo Finn con suavidad, apartándole el cabello de la frente. A Henry le brillaron un poco los ojos. No fue mucho, pero lo suficiente para que su padre creyera que esto podría arreglar algo.Por mi parte, yo ya sabía lo que planeaba. Mi papá me lo contó todo después de que Finn se fue del hospital. Así que lo llamé.—Mi papá me contó lo que dijiste.Le dije, con voz fi
Madeline nunca llevó a Henry a la escuela.Ni siquiera en su primer día después de las vacaciones. Ni una sola vez. ¿Y Finn? Llevaba meses fuera. Europa, negocios, lo de siempre.Pero mientras él jugaba al diplomático con señores de traje a la medida, la situación en casa se estaba desmoronando.Henry iba en picada. La escuela ya había enviado dos advertencias oficiales. Se saltaba clases, se metía en peleas, se quedaba dormido en los exámenes. El director incluso dijo que considerarían darlo de baja si seguía así.Nadie ayudó. Nadie apareció.A Madeline no le importaba. Dormía hasta mediodía, bebía champaña en el jardín y luego pasaba el resto del día viendo el celular como si el mundo no existiera. Cuando una de las empleadas le preguntó con timidez:—Señora, ¿le hablamos a la policía? Henry no ha vuelto en todo el día…Madeline apenas levantó la vista de su maldito espejo.—Tranquila —dijo, agitando la mano como si hablaran de un calcetín perdido—. Seguro anda por ahí, escondiéndos
Desde que le colgué a Finn esa noche, todo se calmó.No volví a saber de él, al menos no directamente.Mi padre era el único que llamaba de vez en cuando y, cada que lo hacía, era siempre el mismo cuento.—Tienes que dejar de comportarte como una niña. Finn ha estado viajando por todo el mundo, cerrando negocios.Sí, cómo no. Cerrando negocios.Seguramente con Madeline sentada en sus piernas mientras firmaba los contratos. Pero no lo dije en voz alta. En su lugar, pregunté con calma:—¿Y qué tal Madeline últimamente?Papá suspiró, como si yo fuera la que no entraba en razón.—No digas estupideces. Ella no es su esposa. Deja de ponerte celosa por una mujer que no tiene ningún papel legal en la familia.Ahí fue cuando lo supe. Seguía viviendo en mi casa. Con mi hijo. Como si fuera una maldita madre sustituta.No pregunté nada más. Solo colgué y me enfoqué en lo que importaba: mi florería, mi paz y la pequeña Cici, que sin saberlo se había convertido en lo mejor de mi nueva vida.Una tard
He estado trabajando en mi florería en Richmond por más de un mes.Mañanas serenas, calles silenciosas, el aroma a rosas frescas y lavanda… este era el tipo de vida que siempre había querido, pero nunca había tenido.Garrick y la pequeña Cici pasaban a verme de vez en cuando.Ella corría entre las macetas, riendo y rozando los pétalos con sus deditos como si fueran sus amigos.Y Garrick siempre traía consigo una energía tranquila y amable. A diferencia de Finn, él no intentaba adueñarse del lugar en cuanto entraba.Creí que aquí podría pasar desapercibida. Solo yo, mis flores y mi paz. Entonces sonó mi teléfono. Vi el nombre en la pantalla, Papá, y sentí una presión sobre mis hombros.Respondí con un suspiro.—Hola, papá.Su voz sonaba cortante y molesta, como siempre.—¿Qué está pasando contigo y con Finn? Me dijo que no sabe nada de ti desde hace semanas. Jillian, eres madre. No puedes andar con estas niñerías y desaparecer como si nada.Ahí estaba. El sermón. Siempre a favor de Finn
No les dije a mis padres a dónde fui. No porque no los quisiera, es que no soportaría ver la preocupación abrumándolos otra vez.Sabía que, después de todo lo que pasó, dejarían todo para venir a buscarme, pero necesitaba espacio. Espacio para respirar. Espacio para sanar.Así que me fui.Hice un par de maletas y saqué el dinero de las cuentas conjuntas que estaban a mi nombre de soltera. Afortunadamente, el apellido Carter todavía pesaba, y me mudé a Richmond, el mismo lugar al que mis padres me llevaban cada primavera cuando era niña.En ese entonces, nos quedábamos en una pequeña posada familiar cerca de un parque de cerezos, comíamos helado en una banca y contábamos cuántos pétalos rosas caían sobre nuestras cabezas.Mi papá me subía a sus hombros cuando me cansaba y mi mamá tarareaba en voz baja. La ciudad es distinta ahora. Más grande. Quizá más fría, pero el aire de la mañana sigue oliendo igual. Una mezcla de pasto, lluvia y algo dulce, como roles de canela y jazmín.En cuanto
En mi vida anterior, no hubo un momento como este, o al menos no que yo recuerde. Pero Finn siempre tomaba la misma decisión: elegía a Madeline por encima de mí. Solo que la última vez, yo no sobreviví.***Cuando desperté, me dolía todo; la cabeza me retumbaba, sentía que las costillas me ardían y las luces fluorescentes del techo me dejaron claro que estaba en un hospital.No había nadie a mi lado. Ni una cara conocida, solo un doctor con una carpeta y una actitud de fastidio. Levantó la vista.—Qué bueno que ya despertó.Intenté incorporarme, pero un dolor agudo me recorrió el costado.—Cuidado —añadió de inmediato—. Tiene una contusión leve y tres costillas fisuradas. Nada grave. La tendremos aquí unos días más, solo por si acaso. Aunque si ya se quiere ir, puedo darle el alta antes.—¿Quién pagó por esto? —pregunté con voz rasposa.Pasó una hoja en su carpeta.—Alguien llamado Leo. ¿Es su amigo? ¿Su esposo?Me reí con amargura.—No. Claro que no es mi esposo.No hizo más preguntas
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