Me eligieron para ser la prometida de Leonardo Garza, el heredero del Sindicato, la mafia más poderosa. Pero en una gala familiar, Leonardo fue el objeto del descarado interés de Carolina Sifuentes, la hija de un traficante de armas. Carolina no era como las demás aristócratas, tan apegadas a las reglas. Ella arrasaba las calles en un carro deportivo modificado, usaba un cuchillo de combate militar para cortar sus puros y bebía el whisky más fuerte, solo y sin hielo. Había en ella una rebeldía indomable, una energía que a Leonardo le resultaba imposible ignorar. Se quejó con la familia. —¿En serio creen que alguien como ella puede ser la Madre y manejar a toda la familia? Hablaba con un claro desdén hacia la impulsividad de la joven, pero no le quitaba los ojos de encima, siguiendo cada uno de sus gestos mientras ella levantaba su copa. Entonces, en el cumpleaños de Carolina, él anunció su intención de hacerla su amante. Ella se negó. —En mi familia, las mujeres somos esposas, nunca amantes. Y el hombre que se case conmigo me tiene que querer solo a mí. Leonardo vino a mí, con voz titubeante. —Elena, es solo una formalidad. Un título, nada más. Necesito que se lo cedas a Carolina, ¿sí? Por favor. Ella no entiende las reglas de la familia y está terca con que me case con ella. Solo es para calmarla por ahora. Después de la boda, tú seguirás manejando los asuntos de la familia. Todos aquí saben que tú eres la única a la que considero mi verdadera esposa. Mientras me probaba el vestido de novia, una cuenta de cristal afilada en el corsé se me clavó en el dedo. Una sola gota de sangre floreció sobre el satén blanco y puro. El vestido estaba arruinado, pero la boda seguía en pie. Si no podía ser la esposa del heredero, me convertiría en la mujer del Don.
Leer másTras la humillación pública, Carolina se convirtió en la burla de la alta sociedad.En una de mis raras visitas a un club exclusivo del centro, me encontré con ella. Llevaba un ostentoso traje de Chanel y el pelo cargado de joyas. La mujer salvaje e indomable de hacía unos meses había desaparecido, reemplazada por alguien que intentaba proyectar a la desesperada un aura de nobleza.Sonrió con superioridad.—¿Ya ves, Elena? Al final gané yo. Leonardo se casó conmigo. Soy su esposa. Siempre me menospreciaste, ¿verdad? Porque no era una aristócrata de clase. Pues a ver, ¿quién en esta ciudad se atrevería a decir que no soy digna de Leonardo? Sé que todas murmuran a mis espaldas, que me llaman descarada por haberme casado deprisa y corriendo. ¿Y qué? Yo estoy por encima de todas. Ustedes no son nada a mi lado.La observé en su patético espectáculo; su necesidad de aprobación era enfermiza.—¿De verdad crees que esto es ganar?Mis palabras parecieron tocar una fibra sensible.—¿A qué te ref
Retrocedió, tambaleándose, con la voz rota por la desesperación.—¡Pero toda la ciudad dice que Leonardo se quiere casar contigo! ¡Fue a ver a su padre y se arrodilló toda la noche solo para cancelar nuestro compromiso! ¿Y eso en qué me convierte a mí? Contraté a una maestra de etiqueta. Estoy aprendiendo sus reglas estúpidas. Pero él sigue diciendo que soy una vulgar. Soy el hazmerreír de todas esas viejas de sociedad. Dicen que no estoy a la altura para ser la esposa del heredero. Él fue quien dijo que le gustaba mi forma de ser, que le encantaba que no fuera como ustedes, las aristócratas sosas y aburridas. Ahora dice que no tengo modales y que soy una vergüenza. ¿Cómo es justo?Su agitación iba en aumento y luego, me dedicó una mirada de odio puro.—¡Es tu culpa! ¡Todo esto es tu culpa! Qué plan tan retorcido, te casas con un viejo solo para llamar la atención de Leonardo. Ahora me desprecia por ti. ¡Si estuvieras muerta, él me amaría! ¡No cancelaría nuestra boda!Llevó la mano con
Javier me llevó a dar una vuelta por la ciudad y, para cuando regresamos a la finca de los Reyes, ya había anochecido.—Descansa un poco —dijo en voz baja—. Mañana te enviarán el contrato de matrimonio.Vi su Rolls-Royce desaparecer en la noche antes de darme la vuelta para entrar. Cuando llegaba al porche, una mano salió de entre las sombras y me agarró del brazo.—No te puedes casar con él.Era Leonardo.Me solté de un tirón.—Lo nuestro se acabó. No tienes por qué estarme tocando.Dio un paso más hacia mí y me acorraló contra el barandal de piedra.—A Javier le dispararon hace años. Los doctores dijeron que no le quedan más que unos pocos años de vida. ¿Te vas a casar con él solo para quedarte viuda?—¡Zas!El eco de la cachetada resonó en el silencio de la noche. Estaba furiosa.—¡Cómo te atreves! ¡Ni siendo el heredero tienes derecho a decir esas cosas! Él es mi prometido. En cuanto se firme ese contrato mañana, seré la esposa del Don. Viva o muera, él es mi esposo, y voy a estar
Isabel nos despidió con un ademán.—Entiendo. Hablaré con tu padre. Ya pueden irse.Con una sonrisa de oreja a oreja, Leonardo se fue con Carolina. Isabel clavó su mirada en mí.—En unos días recibirás noticias oficiales en tu casa. Prepárate.Mi madre y yo salimos de la propiedad. Cuando llegábamos a nuestro carro, Leonardo se nos puso enfrente.Me encaró, con la cara roja de coraje.—¿Qué le dijiste a mi madre? Te lo advierto, Carolina y yo ya nos dimos anillos de compromiso. ¡Ni se te ocurra meterte entre nosotros! Voy a mandar a alguien por el anillo que te di. Sé que te duele perder tu puesto como mi esposa, así que te mandaré unas joyas como compensación. Pero te prohíbo que vuelvas a molestarnos, ni a mí ni a mi madre.Me zafé de su agarre.—¿Tú crees que estoy tan desesperada por ti? ¿Que necesito andar con intrigas para entrar a tu familia? Puedes estar seguro de que no soy esa clase de mujer. Jamás me rebajaría a tanto.Carolina, a su lado, rio con burla.—Cómo detesto a las
El traficante de armas se la pasaba presumiendo por todos lados, alardeando de que su hija pronto sería la matriarca de la familia y dándose aires de grandeza en cada fiesta. Esa gente de negocios solo entiende de dinero, no tienen ni la menor idea de cómo se mueve el verdadero poder. Hacían mucho escándalo, creyendo que ya habían ganado.En una fiesta privada, el hombre se rio y dijo: —¿Qué valen estas familias de aristócratas? ¿Cómo se comparan con mi negocio de armas? Mi red de contactos se extiende por toda Europa. Hasta el Don tiene que considerar mi importancia. Que Leonardo se case con mi hija es un gran honor para ellos.El rumor no tardó en llegar a oídos del padre de Leonardo. Escuché que destrozó varias antigüedades en su estudio. Al final, fue Isabel quien puso orden, diciéndole a la familia con una dureza:—Olvídense del tema. Él nunca fue de mi sangre. Si quiere arruinar su futuro, no puedo detenerlo.Yo no tenía tiempo para preocuparme por los rumores. Estaba ocupada pr
Isabel nos despidió con un ademán.—Entiendo. Hablaré con tu padre. Ya pueden irse.Con una sonrisa de oreja a oreja, Leonardo se fue con Carolina. Isabel clavó su mirada en mí.—En unos días recibirás noticias oficiales en tu casa. Prepárate.Mi madre y yo salimos de la propiedad. Cuando llegábamos a nuestro carro, Leonardo se nos puso enfrente.Me encaró, con la cara roja de coraje.—¿Qué le dijiste a mi madre? Te lo advierto, Carolina y yo ya nos dimos anillos de compromiso. ¡Ni se te ocurra meterte entre nosotros! Voy a mandar a alguien por el anillo que te di. Sé que te duele perder tu puesto como mi esposa, así que te mandaré unas joyas como compensación. Pero te prohíbo que vuelvas a molestarnos, ni a mí ni a mi madre.Me zafé de su agarre.—¿Tú crees que estoy tan desesperada por ti? ¿Que necesito andar con intrigas para entrar a tu familia? Puedes estar seguro de que no soy esa clase de mujer. Jamás me rebajaría a tanto.Carolina, a su lado, rio con burla.—Cómo detesto a las
Último capítulo