La palabra “acepto” escapó de sus labios con naturalidad.
Decirla no se sintió como una atadura, mucho menos le transmitió una sensación desagradable.
En el fondo, sabía que Eros era un buen hombre. O, al menos, lo recordaba así. Un chico con un duro pasado.
Seguramente podrían llevarse bien con el pasar del tiempo. Quizás no como una pareja normal, pero podía tener la confianza de que no intentaría matarla como Alberto. Hablando del hombre en cuestión, giró sutilmente el rostro al sentir su mirada clavada en la espalda. No sabía por qué había venido. Estaba claro que la gente no dejaba de cuchichear a su alrededor.
Esos ojos marrones se encontraron con los suyos y sintió un estremecimiento en todo el cuerpo. Hacía tan pocas horas, aquellos ojos le habían parecido tan fascinantes, como una promesa de otoño atrapada en pequeñas cápsulas.
El amor.
El anhelo.
Todo pareció surgir en ese preciso momento.
¿Cómo enterrar un amor que había crecido en su pecho?
La decepción le ayudaba mucho pa